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Ver para no creer

Durante siglos, creímos que ver era sinónimo de verdad, la frase común era “ver para creer”. Una imagen, un video, una voz o una grabación eran pruebas contundentes de que algo había sucedido. Hoy, esa certeza se ha desmoronado.

Desafíos contemporáneos

La inteligencia artificial generativa ha transformado nuestra relación con la realidad y nuestra forma de percibir la realidad y los hechos. Ahora quien quiera puede crear contenidos sintéticos que imitan con precisión voces, rostros, gestos y situaciones con aplicaciones en muchos casos gratuitas. Lo que antes ofrecía pruebas, hoy exige demostración. Lo que parecía incuestionable ahora puede ser falso.

Este cambio no es solo tecnológico, es cultural y cognitivo. Nuestra mente fue entrenada para confiar en lo que percibe. Ahora debemos reeducarla. Ya no basta con ver o escuchar: necesitamos aprender a verificar, a desconfiar sin caer en el cinismo, a pensar antes de reaccionar.

La desinformación no solo confunde: polariza, radicaliza y por último debilita nuestras democracias. Por eso, construir pensamiento crítico es urgente. No se trata de dudar de todo, sino de hacernos mejores preguntas: ¿de dónde viene este contenido?, ¿quién lo creó?, ¿con qué intención? ¿cómo puedo validarlo?

El desafío no es tecnológico, sino humano. La IA no decide por nosotros, pero puede engañarnos si no estamos atentos. No podemos frenar su avance, pero sí podemos prepararnos mejor para convivir con ella.

Estamos ante una transformación profunda: la percepción dejó de ser evidencia. Y aunque el camino parezca incierto, es también una oportunidad para fortalecer nuestras capacidades más humanas: el juicio, la reflexión y la búsqueda honesta de la verdad.

Frente a este escenario, un gran desafío contemporáneo no es solo identificar lo falso, sino reconstruir una cultura de la confianza. Una que no se base en la ingenuidad, sino en el análisis y en la responsabilidad compartida. El verdadero poder hoy no está en tener acceso a la información, sino en saber interpretarla.

Ya sabemos que necesitamos medios éticos, educación crítica y ciudadanía activa. Pero también necesitamos demorar la reacción para evitar ser parte de la cadena que propaga lo tóxico.

Lo que está en juego no es solo la verdad de una imagen, sino la posibilidad de sostener un diálogo democrático en tiempos de incertidumbre. En un mundo donde todo puede ser manipulado, la respuesta no puede ser el cinismo, sino la conciencia. Y esa conciencia empieza  por reeducar nuestra percepción y una pregunta simple pero poderosa: ¿puedo confiar en lo que estoy viendo, o necesito más información y contexto para poder confiar?.

Por María Laura García

Fundadora GlobalNews Group, autora El Desafío Digital.

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Written by Redacción

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