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Sociedades Like: La peligrosa polarización banal

La simplificación de casi cualquier idea, la brevedad de los mensajes, la lógica `Me Gusta´ y la teoría de grupos de pertenencia. Las redes sociales sin lugar a dudas han vaciado de pensamiento crítico al mensaje, favoreciendo el fanatismo en todo el mundo y bajado el nivel de las democracias.

Hoy casi no hay país que no tenga una “brecha”, esté “partido”, “polarizado”, o tenga una “grieta”. El escenario es conocido: la sociedad dividida ferreamente en dos grupos rivales. No hay lugar para terceros, ni para analizar imparcialmente. Como en las guerras o en los fascismos o comunismos, se es amigo o se es enemigo. Nunca nadie sabe bien cómo nació, pero de pronto jóvenes, viejos, estudiantes, trabajadores, se ven inmersos en una lucha diaria que no da tregua ni toma prisioneros.

Podemos estar hablando de Argentina, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Venezuela, Nicaragua, Uruguay, España, Chile, Hong Kong, y casi cualquier país del mundo.

¿Es casualidad que los procesos electorales y sociales de países tan diferentes sigan el mismo comportamiento? ¿Cómo afecta al debate de ideas este contexto?

El politólogo Robert Talisse dice en su último libro:  “Tal vez a los hechos no les importan tus sentimientos, pero la polarización política se trata de sentimientos, no de hechos”. Y esto es lo que afecta a la democracia.

Política Like

En Argentina lo conocemos como “La grieta”, la expresión binaria que se expresa en las urnas, pero también en cada una de las posiciones que tomamos sobre los acontecimientos importantes o superfluos de cualquier parte del mundo. El efecto es tan corrosivo que todos sabemos de familias, grupos de amigos, parejas, que se han separado por estas posiciones que ni siquiera soportan un pensamiento crítico básico.

Para echar más leña al fuego, el efecto de los algoritmos de selección de contenidos que utilizan plataformas como Facebook, Google, o Amazon, generan, de manera imperceptible, burbujas que nos encierran en mundos cada vez más homogéneos en los que vemos “mucho de lo que nos gusta” y cada vez menos de lo que no coincide con nuestra perspectiva.

¿Por qué sólo vemos los contenidos de 30 o 40 amigos de Facebook cuando en realidad tenemos más de 500 amigos? Los algoritmos han hecho su trabajo silencioso y nos han quitado de la vista aquellos posts y contenidos que las plataformas consideran poco relevantes para tu vida. Así de simple, pero así de grave. Alguien decide por nosotros qué vemos y qué queda oculto. Sin preguntarnos si nos parece bien. Pero nosotros también elegimos los mensajes cada vez “más fuertes y contundentes” sin detenernos demasiado a pensar si lo que están diciendo tiene sentido o no.

En cierto momento, sin darnos cuenta, somos nosotros los que estamos posteando en un nivel de `militante fanático´, en busca de “Likes”. Este es el famoso comportamiento de los grupos y las masas, del que tanto se valieron los totalitarismos del siglo XX como el fascismo o el comunismo.

El mecanismo

En su rol de “nuevos mediadores” de la realidad, “los algoritmos se nutren de data alojada en millones de servidores para ofrecernos una experiencia de navegación “inteligente”. Predicen el comportamiento de cada usuario, y diseñan nuestra ruta de navegación antes de hacer click en el botón “buscar”. Este hecho se conoce como filtros de información o burbujas de filtro. Cada vez más, son los algoritmos que eligen lo que “nos gusta” y los que evitan el encuentro con aquello que es diferente e inesperado. De esta manera eliminan nuestra posibilidad de construir un criterio amplio, propio e inclusivo de diferentes puntos de vista que nos permita tomar decisiones informadas. El efecto de estas burbujas es la polarización.

Miénteme pero dame la razón

Los algoritmos que operan las plataformas digitales, ocultan lo que no nos gusta o está en desacuerdo con nuestra manera de pensar o ver el mundo y exponen sólo aquel contenido que suele coincidir con nuestras preferencias.

En definitiva, nuestro pensamiento se achica cada vez más, y salimos a la calle sólo para reafirmar nuestros prejuicios. Aunque en verdad no siempre son nuestros, sino que pueden provenir de alguien ungido como “líder amigo”, al que no conocíamos ayer, pero que hoy ya defendemos.

El nuevo libro de Robert Talisse, próximo a publicarse, dirá que hay tres formas de medir la polarización política. En primer lugar hay que entender que el concepto de polarización refiere a la distancia política que separa a los partidarios de un modelo o idea. “Pero esta idea intuitiva no es tan simple, ya que los politólogos tienen al menos tres formas de medir la distancia política”. Una de esas mediciones se centra en “las emociones de los ciudadanos comunes que se identifican con una idea o partido político”, explica el investigador. Y mientras la investigación sugiere que los votantes se acercan en temas transversales como el aborto o los derechos de los homosexuales, no obstante, muchos ciudadanos creen que sus divisiones políticas son especialmente pronunciadas. En otras palabras, refiere Talisse, “aunque los ciudadanos están menos divididos en relación a las ideas sobre la solución de ciertos problemas, perciben que ambos “bandos” están profundamente en desacuerdo

La insoportable brevedad del Ser

Las redes sociales como Twitter, Instagram y Facebook obligan a usar mensajes muy breves. Cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser para que circule mucho. Naturalmente, esto favorece a los sectarios. Este mundo blanco / negro de las redes sociales ha trascendido evidentemente a nuestra sociedad.

El mundo tiene un problema de líderes. Hay demasiados que son ladrones, ineptos o irresponsables. Algunos están locos. Muchos combinan todos estos defectos. Pero aún peor: también tenemos un problema de seguidores. En todas partes, las democracias están siendo sacudidas por los votos de ciudadanos indolentes, desinformados o de una ingenuidad sólo superada por su irresponsabilidad.

Son los británicos que al día siguiente de haber votado a favor de romper con Europa buscaron masivamente en Google qué significaba eso del Brexit. O los estadounidenses que votaron por Donald Trump y ahora están a punto de perder su seguro de salud. O quienes le creyeron cuando prometió que no gobernaría con las élites corruptas de siempre y ahora ven cómo lobistas que representan voraces intereses particulares ocupan importantes cargos en la Casa Blanca.

Para colmo estos usuarios también son indolentes con su privacidad en los chats y son explotados electoralmente para profundizar las divisiones y sacar rédito de esa práctica por los políticos. El escándalo de Cambridge Analytica con el Brexit y la elección de Trump en EEUU con ayuda de Rusia y las `Fake News´  dan muestra de ello.

Un mundo feliz

Internet hace más fácil que los peores demagogos, oscuros intereses y hasta dictaduras de otros países manipulen a los votantes más desinteresados o distraídos. La red no es sólo una maravillosa fuente de información, sino que también se ha convertido en un tóxico canal de distribución de mentiras transformadas en armas políticas.

En internet todos somos vulnerables, pero lo son más quienes por estar muy ocupados o por simple apatía no hacen mayor esfuerzo por comprobar si es verdad lo que dicen los seductores mensajes políticos que les llegan.

Fanatismo digital

Y no son sólo los apáticos. En el polo opuesto están los activistas, cuyas posiciones intransigentes hacen más rígida la política. Quienes están muy seguros de lo que creen, encuentran en la red “refugios digitales” donde sólo interactúan con quienes comparten sus prejuicios y donde sólo circula la información que refuerza sus creencias.

La brevedad y simpleza de sus mensajes favorece el extremismo, ya que cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser para que circule mucho. En las redes sociales no hay espacio, ni tiempo, ni paciencia para los grises, las ambivalencias, los matices o la posibilidad de que visiones encontradas tengan puntos en común. Todo es o muy blanco o muy negro. Naturalmente, esto favorece a los sectarios y hace más difícil llegar a acuerdos.

La Grieta

La política argentina no está exenta de este proceso que se acelera a escala mundial. Es igualmente cierto que el efecto que generan los algoritmos nos quitó el hábito de debatir, de escuchar opiniones diferentes, y principalmente, ha instalado con fuerza la intolerancia.

¿Cuántos nos hemos apartado de las redes en los últimos años? ¿Cuántos han sido víctimas de la intolerancia al disenso cuando se han animado a verter una opinión contraria a lo que marca la corriente de opinión en un momento dado? (o pero aún: han invitado a PENSAR)

La consecuencia está a la vista: encerrarnos cada vez más en nuestras burbujas, tomando distancia de aquellas formas de percibir el mundo que no coinciden con nuestra mirada. Eso provoca que hoy haya ciudadanos que ya no miran TN porque no coinciden con sus análisis o, al contrario, que ya no miran C5N por esa misma razón.

Y la que pierde es la democracia, la pluralidad de ideas, el enriquecimiento del debate que queda reducido a la lógica digital del “Me gusta” / “Me enoja” como si la realidad política de un país pudiera construirse bajo esos parámetros.

Permiso, ¿Puedo pensar?

¿Cómo salir de este laberinto? Varios especialistas consideran que llegará una nueva oleada en que el criterio humano vuelva a tomar el control por sobre los algoritmos. MIentras tanto, una variada dieta informativa que apueste al periodismo de calidad parece ser uno de los pocos antídotos disponibles. ¿Y dónde hay buen periodismo? Disperso por todos lados: en diarios digitales del interior, en periodistas internacionales, en algunas plumas de La Nación pero también de Página 12, en algunos informes de TN o de C5N. Sólo se trata de no repetir a diario la misma receta informativa y saber que los algoritmos están al acecho, a la espera de encerrarnos en nuestro mundo donde la polarización es la forma natural de estar en el territorio digital. Porque de lo que se trata es de hechos, no de sentimientos.

Javier Amorín