En 1976, cuando en Argentina se vivía una de las épocas más oscuras de su historia y las palabras “emprendedor” o “startup” estaban lejos del vocabulario común, Luis Mariani y su esposa Noelia cargaban una camioneta con tapas de empanadas, prepizzas y panes que compraban a otros
fabricantes y repartían entre almacenes de Morón y alrededores. No tenían plan de negocios, ni inversores, ni estrategia de marketing. Tenían, sí, algo más raro y valioso: visión, trabajo a pulmón y una fuerte intuición comercial. Así nació Noly, una empresa que hoy abastece a grandes cadenas de supermercados, produce más de siete millones de unidades al mes, exporta a dos continentes y acaba de cerrar una alianza con una líder panadera de Brasil.
La historia de Noly es, ante todo, una historia de familia. Luis y Noelia eran una pareja de clase media, padres de familia, que apostaron por construir algo propio. En 1984, cansado de ser distribuidor de productos ajenos, Luis dio el salto y fundó su propia planta en Caseros, partido de Tres de Febrero.
Le puso el nombre Doña Noly en homenaje a su esposa, y comenzó a fabricar tapas de empanadas. El “Doña” quedó en el camino, pero el espíritu fundacional sigue firme.
JUGADOR SILENCIOSO

Cinco décadas más tarde, Noly se consolidó como un jugador silencioso, pero clave, del rubro panificados en Argentina.
Cuenta con dos plantas industriales —en Caseros y en Ciudadela—, emplea a más de 350 personas, y produce un catálogo de más de 30 productos activos, desde pan lacteado y pan dulce hasta bollería, pan de hamburguesas, tacos y alfajores. Un dato que pocos
conocen: más de la mitad de esa producción se destina a marcas blancas.
Supermercados y cadenas de retail confían en Noly para sus marcas propias “Aunque no esté nuestro nombre, se nota nuestra calidad”, dice Claudia Mariani, hija de los fundadores y actual directora general.
Ese estándar de calidad, que se mantuvo a lo largo de crisis económicas, hiperinflaciones y pandemias, es uno de los pilares de la empresa. Otro es su capacidad de adaptación. En 1989, cuando un proveedor discontinuó sus servicios tras ser absorbido por una multinacional, Noly decidió incorporar una línea de pan de molde propia. Desde entonces, creció de forma
sostenida, no solo en volumen sino en innovación: fue pionera en industrializar la tapa criolla —cuando el mercado estaba dominado por el hojaldre— y en lanzar un pan de salvado light con ácido fólico, en tiempos en que los alimentos funcionales eran una rareza.
UN EQUIPO AMPLIADO
En los últimos años, la empresa encaró una profesionalización interna. Si bien el directorio de la firma está integrado por miembros de la familia fundadora, desde hace años el modelo de gestión se apoya en un equipo ampliado. «Nos rodeamos de profesionales que nosotros los llamamos líderes. Tenemos un equipo de 14 personas con el que nos reunimos todos los meses y tomamos
decisiones en conjunto. Es la única forma, porque yo sola no podría abarcar todo el desarrollo de la empresa», detalló Mariani.
También se sumó la tercera generación. Nicolás, el hijo mayor de Claudia, lidera el área de comercio exterior y fue el impulsor de las exportaciones a Estados Unidos y España, iniciadas en 2019. Su hermano menor, Julián, comienza a recorrer las distintas áreas del negocio. “Siempre les dije que estén solo si lo eligen, no por mandato. Por suerte, lo disfrutan”, dice Claudia.
ALIANZA CON ZINHO
En 2024, la historia de Noly dio un nuevo giro con la alianza con Zinho, la empresa líder de pan de ajo en Brasil, con más del 60% del mercado. “Nos propusieron ser sus representantes exclusivos en Argentina. Vieron nuestra red de distribución y nuestra experiencia”, explica Claudia. Así, Noly comenzó a vender las baguettes precortadas con ajo, perejil y muzzarella de Zinho en supermercados, apps como Rappi y PedidosYa, y a través de su propia red comercial.
Esa flexibilidad y apertura a nuevos modelos de negocio son poco comunes en una pyme familiar argentina, donde muchas veces pesa más la tradición que la evolución. Pero Noly parece haber encontrado un equilibrio entre ambas. “Estamos sin deudas, lo que es clave en un país como este. Pasamos por todas: hiperinflación, corralito, pandemia… y nunca culpamos al contexto. Hay que adaptarse y seguir”, sostiene su directora.
La empresa planea ahora una tercera transformación: la construcción de una nueva planta en un parque industrial, que unifique las operaciones y mejore la eficiencia logística y productiva. También apunta al desarrollo de alimentos más alineados con los nuevos hábitos de consumo, como panes sin sal, integrales y con nutrientes funcionales.
En un mercado donde las grandes multinacionales imponen ritmo y volumen, Noly apuesta a otro tipo de fortaleza: combinar escala con identidad. En un país donde muchas pymes no llegan a los diez años, esta empresa familiar se acerca al medio siglo con una receta que mezcla persistencia, innovación, austeridad, y un fuerte arraigo en su historia.
Puede que el consumidor promedio no sepa qué es Noly, pero es muy probable que haya comido más de una vez sus productos. Panificados con y sin marca, distribuidos con eficiencia y elaborados con estándares industriales, que tienen detrás a una familia que, sin haber hecho nunca una consultoría de marca, logró construir una que se sostiene sola.