Nació y creció en Beijing rodeada de dificultades y pobreza. A los 14 años comenzó a trabajar en una fábrica. Fundó una empresa de Real Estate con la que hoy moldea el horizonte de la China del futuro. Hoy, con 50 años, es la séptima mujer más rica del mundo. Sin embargo es moderna e inteligente. Sus tweets suelen ser punzantes críticas a los poderosos. Cría a sus hijos en la austeridad y una religión cambió su vida.
Zhang Xin
- Ranking Forbes: 666ª (mundial), 67º Más Ricos de China y 69ª Mujer con Más Poder (2015)
- Patrimonio: u$s 3.100 millones
- Actividad: Fundadora y CEO de SOHO China
- Rubro: Real Estate
- Edad: 50 años
- Residencia: Beijing, China
- Ciudadanía: China
- Familia: Casada. 2 hijos.
- Educación: Máster en Desarrollo Económico de la Universidad de Cambridge. “Doctora en Leyes” , Universidad de Sussex.
Zhang Xin es la séptima mujer más rica del mundo y puede presumir de haber logrado su riqueza por sus propios medios. Posee un patrimonio por valor de 3,6 billones de dólares, según Forbes. La exitosa empresaria asiática ha dado forma a gran parte del paisaje urbano moderno del país, con el logotipo de su empresa SOHO China. Tiene 800 millones de dólares más que Oprah Winfrey, la mujer multimillonaria más conocida del mundo.
Dos de sus proyectos más destacados en Beijing, uno de ellos acabado el año pasado, y el otro a punto de estrenarse fueron diseñados por otra mujer exitosa, la arquitecta ganadora del Premio Pritzker, Zaha Hadid.
De obrera a millonaria
Pero esta triunfadora no ha sido siempre tan rica. A mediados de la década del 50, los padres de Zhang Xin, tercera generación de chinos-burmanos, dejaron Burmania siguiendo el sueño que prometía la China socialista. Allí, la familia vivió en una de las casas asignadas a su grupo de trabajo. Su madre trabajó como traductora oficial, ayudando a diseminar los discursos de Deng Xiaoping o Zhou Enlai.
Zhang, nació en Beijing en 1965, en plena Revolución Cultural de Mao Zedong, cuando ciudadanos con estudios, como sus padres, eran enviados a campos especiales para su “re-educación proletaria”. La Revolución Cultural separó para siempre a sus padres. Duró 12 años (los que le quedaban de vida a Mao) tras lo cual el país volvió a la normalidad. Xin y su madre volvieron entonces a las afueras de Beijing. Allí llevaron un nivel de vida muy pobre y sufrieron numerosas dificultades, aunque ella lo ve todo de forma muy positiva:
“Nací y crecí en una ciudad muy tranquila en ese momento: no había coches, ni tiendas, ni luces en la calle, ni máquinas. La gente se movía únicamente en bicicleta. Claro, éramos todos pobres“, explicó en una entrevista para Leading Woman (Mujeres Líderes) en CNN.
Zhang retornaba de la escuela para comer en la cantina: “Había sólo tres clases de comidas, todas feas” recuerda. “Cada uno tenía un bowl de arroz y lo llevábamos a la cantina donde lo repartían desde un enorme container”
Beijing fue un impacto para ella: “Los edificios eran grises, todos vestían de gris. No podíamos ver el azul del cielo, pero a nadie parecía importarle. Cuando todo es igual y todos se visten igual, comen lo mismo; las diferencias entre las persona son mínimas: si es pequeña o cómo usa el pelo hacia atrás o sólo una bandita para el pelo.”, recuerda Zhang de la capital en esos años, un perfil que justamente ella y su generación ayudarían a cambiar radicalmente.
Con 14 años, se mudaron con su madre a Hong Kong. “Como inmigrante recién llegada a Hong Kong, sin educación, sin formación, y sin siquiera hablar el idioma o dialecto local, el cantonés, resultaba muy duro vivir allí“, cuenta Zhang. Pronto consiguieron un trabajo en una fábrica de manufactura. Percibía un sueldo muy bajo, aún para China, y ambas vivían en un cuarto en el que sólo cabían dos camas. “Era terrible, pero siempre estaba atenta para hacer un dólar más”, recuerda.
Su meta era ahorrar todo lo que pudiera para poder cumplir su sueño: comprar un billete de avión con destino Londres y allí pagarse un curso de inglés. Nada logró sacarla de su foco: permaneció en la fábrica durante 5 años, ensamblando, reparando o haciendo todo tipo de productos: juguetes, ropa o aparatos electrónicos
La Educación, tabla de salvación
Finalmente, mientras transcurría su quinto año como trabajadora de fábrica, a los 19, aprobaron su petición desde Inglaterra de una beca para ir a estudiar un Máster en Economía en la prestigiosa Universidad de Cambridge. Había ahorrado tal cantidad de dinero, que sorprendió a las autoridades inglesas cuando les avisó que el pasaje correría por su cuenta.
No le costó mucho adaptarse a su sueño y finalmente, en 1992, se graduó con un Master en Desarrollo Económico de la Universidad de Cambridge. En 2013, Zhang Xin recibió el honorario “Doctora en Leyes” homenaje de su Alma Mater, la Universidad de Sussex.
Luego de la graduación, recibió una oferta de Barings Plc para trabajar en Hong Kong, pero volver aún no estaba en sus planes. Pronto se mudó a Nueva York y fue contratada por Goldman Sachs para trabajar en inversiones. Pero la inquieta Zhang en lugar de quedarse en EE.UU, viviendo una cómoda vida en Wall Street, regresó en 1994 a Beijing.
“En la época en que decidí volver había mucha gente entusiasmada, hablando de cómo iba a cambiar China. Fue un momento muy vibrante a nivel intelectual. Creí que este país estaba viviendo una verdadera transición, y yo quería formar parte de eso.” Zhang es parte de aquellos que volvieron y se integraron al mundo de negocios que se abría en China, luego de haber estudiado y trabajado en Occidente. A ellos se lo apoda “hai gui”, es decir “tortugas marinas” una frase que remite incluso fonéticamente a “retornando del mar.”
TIPS:
- Cuando le preguntaron si veía posible que la democracia pudiera instalarse en China en los próximos 20 años, Zhang contestó somera y tajante: “Antes.”
- “Una tiene que ser dueña de la empresa, no la empresa adueñarse de tu vida. La maternidad es una tarea de mayor responsabilidad que la de un CEO global” – Zhang Xin
- “No quiero ser `etiquetada´ por Forbes en sus categoría femenina, ni en la de `super-ricos´. La idea `ser rico es glorioso´, es realmente ajena a mi crianza” – Zhang Xin
- Incluso ahora, multimillonaria, se niega a viajar en primera clase. “No es cuestión de poder pagar o no, es una cuestión de conciencia“, explica Xin
- Cuando Mitt Romney prometió `devolver el trabajo robado por los chinos a los norteamericanos´, Zhang le twiteó: “No digas tonterías: ¿Crees realmente que los americanos harían el trabajo que los chinos hacemos?”
El origen de Soho China
Buscando oportunidades, un amigo le recomendó que se fijara en el negocio de los inmuebles y le recomendó que viera a Pan Shiyi que se destacaba. Fue amor a primera vista, Shiyi cuyo orígen era aún más humilde que el de ella, le propuso matrimonio apenas cuatro días después de conocerla. Ella se tomó tres días para darle el “Sí” y se casaron. Durante un tiempo, los familiares y conocidos solo la llamaban despectivamente “la mujer extranjera de Pan” (a pesar de ser china).
“Ya casados fundamos la empresa de real estate SOHO China. Pero el ascenso no fue nada vertiginoso. Trabajamos duro por muchos años con mi marido“, admitió al Sunday Telegraph de Londres. “Recuerdo como en los primeros tiempos luchabamos para poder pagar salarios y cuentas a tiempo, deslizándonos lentamente hacia la bancarrota. Debimos aprender a tener estricto control de costos para, gradualmente, comenzar a tener ganancias y relajarnos un poco. Pasamos de viajar en la clase económica de los vuelos más baratos a ser capaces de volar en clase business.”
Las ganancias de SOHO China crecieron año a año. Pero 2012 fue el “año mágico”, en el que lograron doblar sus beneficios de 1.420 millones de yuanes a 3.340 millones yuanes (unos u$s 537 millones de la época). La clave fue cambiar la estrategia, de una empresa de “compra-venta”, a una de “compro y desarrollo”, con enormes ganancias de rentas hasta convertirse en su principal negocio en sólo tres años.
SOHO China se convirtió en diez años en la principal desarrolladora y en símbolo de la nueva riqueza en China, por lo que los pedidos comenzaron a llover. En la actualidad en una de las más grandes promotoras inmobiliarias del país. Tiene en su propiedad 56 millones de metros cuadrados en Beijing y Shanghai, ciudades en las que es la más grande comercializadora. Sus construcciones radicalmente osadas, han moldeado gran parte del paisaje urbano moderno del país y el logotipo SOHO China, se ve en los costados de los principales edificios. La empresa es mundialmente aclamada por sus edificios icónicos e inconfundibles, diseñados por arquitectos internacionales de la talla de Kengo Kuma, Seung H-Sang, el estudio de arquitectura LAB y la arquitecta Zaha Hadid.
Las acciones de Soho se comercializan en la Bolsa de Hong Kong. En los últimos años cambiaron nuevamente el foco del negocio con otra iniciativa: espacios de oficina de corto tiempo compartidos, comercializados como “Soho 3Q“.
“Creo que una generación de mujeres como la nuestra, que pasaron por momentos duros durante la Revolución Cultural, pero que a la vez fueron reivindicadas en su trabajo y su rol por la Revolución, cuando vieron las oportunidades que surgían, simplemente decidideron aprovecharlas“, explica Zhang sobre la cantidad de mujeres millonarias en China. “No quiero ser `etiquetada´ por Forbes en sus categoría femenina, ni en la de `super-ricos´. La idea `ser rico es glorioso´, realmente es ajena a mi crianza.”, apunta.
Twittera desenfadada
Zhang tiene más de 15 millones de seguidores en Weibo, la red social china equivalente a twitter, donde diariamente comparte sus puntos de vista sobre el negocio, temas de actualidad y arquitectura. Postea mayormente desde su iPhone. Zhang es aún joven y marca tendencia, ya que es mucho más auténtica y fresca que los pacatos millonarios chinos, ex miembros del Ejército y del Partido. Sus posts van desde fotos de la polución en Beijing a comentarios sobre los eventos globales del día, incluyendo los tiroteos de solitarios en USA: “Honestamente, no puedo entender porqué los políticos no dejan la política de lado y prohíben las armas en ese país. Siempre hay gente con desórdenes mentales y no le podemos dar armas”, o cuando Mitt Romney prometió `devolver el trabajo a los norteamericanos que le habían robado los chinos´, le contestó personalmente: “No digas tonterías: ¿Crees realmente que los americanos harían el trabajo que los chinos hacemos?.”
De esta manera, Zhang se ha ido convirtiendo en un fenómeno crecientemente popular en la política y la cultura. Aunque dice ser apolítica, regularmente postea sobre las reformas que se deberían hacer en China para disminuir la polución. El año pasado dijo que la razón por la cual no había ningún Steve Jobs en China era “porque el sistema político aplastaba la creatividad“. Una frase por la que otro ciudadano iría directamente preso. Igualmente es lo suficientemente tolerante como para destacar que uno de los principales logros de la Revolución comunista fue el de “valorizar el trabajo de la mujer“.
En la entrevista al Times de Londres afirmó que “el crecimiento económico no será suficiente para satisfacer las aspiraciones del pueblo. Todo el sistema de referencias de la gente está cambiando, son más liberales y se expresan. El gobierno está realmente muy confundido y saben que están ante un gran test inédito.”
Fue aún más explícita en otra reciente aparición en el famoso programa televisivo estadounidense 60 Minutos. Allí dijo: “Si preguntas a la gente que anhela, si tienen comida y hogar, todos te dirán democracia. Conozco las imperfecciones del sistema político en EEUU y la decepción de muchos. Pero nunca olviden que a 8.000 millas, la gente en China está buscando eso.” Cuando le preguntaron si veía posible que la democracia pudiera instalarse en China en los próximos 20 años, Zhang contestó somera y tajante: “Antes.”
Su lado espiritual
Complementando su enorme éxito financiero, Zhang y su marido practican la fe Baha’i desde 1995. Esta es una doctrina monoteísta que mantiene tres principios fundamentales: la unidad de la humanidad, la unidad de Dios, y la unidad de la religión. Los fieles de esta religión siguen las enseñanzas de su profeta y fundador, Bahá’u’lláh, a quien veneran, en la actualidad, como la manifestación de Dios viviente. Zhang y su marido cumplen fielmente los principios de esta doctrina. Evitan hacer grandes desembolsos y abusos de su riqueza.
Es por eso que su estilo personal es en extremo austero, aunque elegante. No cuelgan de ella vestidos de marca, ni carteras, ni maquillajes. Tienen un estilo despojado y natural, en un mundo de millonarios excéntricos y con mal gusto.
Incluso ahora, multimillonaria, se niega a viajar en primera clase. “No es cuestión de poder pagar o no, es una cuestión de conciencia y sentido común“, explica. “Cuando veo cuánto gana mi niñera y luego veo los precios de un ticket de primera clase, pienso `¡Dios, si la clase Business ya es bastante confortable!”
La mamá
“Estoy muy, muy enfocada en mis dos hijos. De hecho, soy muy puntual para desayunar con ellos todas las mañanas, cenar con ellos cada noche y pasar con ellos todos los fines de semana que no trabajo.”, admite Zhang que no rehuye a su rol maternal. De hecho admite que en su empresa no hay almuerzos de trabajo, ni fines de semana de trabajo, únicamente para poder ver a su hijos. “Una tiene que ser dueña de la empresa, no la empresa adueñarse de tu vida. La maternidad es una tarea de mayor responsabilidad que la de un CEO global”, admite.
Entre sus consejos, le sugiere a su hijo de 14 años que busque un trabajo en McDonalds o un KFC. Aunque considera que es normal que no consiga trabajo, ya que aún es demasiado joven para ser aceptado.
“Siempre que no estoy de viaje, estoy con ellos. Voy a sus partidos de fútbol y tenis. Después de cenar, nos sentamos juntos y hago la tarea con mis hijos, porque necesitan ayuda. Amo hacer eso. Hace que me dé cuenta de que el mundo es mucho más amplio que sólo el mundo de los negocios.”
“Sé que no debe ser fácil para ellos ser mis hijos, porque pertenecen a un alto nivel de vida. Intentamos con esfuerzo darles la vida de cualquier persona normal. Por ejemplo trato de ser estricta con ellos con el tema del dinero. No me importa el dinero hasta que me dicen: `Necesito 100 yuanes para mi tarjeta del almuerzo´, y así sucesivamente. Así que nunca tienen dinero extra.”, explica la exitosa mamá millonaria.