“..por el mismo optimismo que hace que el mercado no se destruye pese a las malas noticias que traen a diario los números de la economía, la justicia impulsa decididamente las causas contra funcionarios del gobierno sin temor a sufrir consecuencias…”
Por Germán Gegenschatz
Parece que pasó un siglo desde el #18F pero fueron solo 9 días, insuficientes para que un juez diga que en la denuncia de Nisman, no hay indicios convincentes para investigar el delito de encubrimiento de los sindicados como culpables del atentado del AMIA, ni de incumplimiento de los deberes del funcionario público.
La velocidad de la resolución del Juez Rafecas sugiere que, quizás, estuvo urgida por la necesidad de dar un marco de felicidad al discurso de apertura del último periodo legislativo de la Presidente.
Pero más interesante son las declaraciones “políticas” de Rafecas. Dijo que nadie hizo más por esclarecer el atentado de la AMIA que este gobierno y que está convencido que no hubo “encubrimiento”. Ésto sugiere que, quizás, quiere zafar de la causa por “pérdida de imparcialidad”, tal y como lo logró en el caso Ciccone intercambiando mensajitos con letrados de personas involucradas en la causa, y haciendo declaraciones impropias de un juez a la prensa.
Lo evidente es que los comunicadores oficiales festejan la resolución del juez en términos de triunfo definitivo cuando no es más que un paso coherente con el desarrollo del juicio de la AMIA, es decir, que todo vaya y venga sin que nadie tenga la culpa de nada.
Pero el tema principal, lo que se quiere sacar del foco de atención, es la investigación respecto de la muerte del fiscal Nisman. Este es el caso que preocupa al gobierno, y los más de 200 juicios de corrupción que comenzaron a avanzar comprometiendo hijos, socios y amigos del poder.
Visto el tema en el contexto más amplio, los festejos oficiales por la resolución de Rafecas, absolutamente transitoria, buscan cubrir el drama y la angustia propia de saber que la justicia les picó el boleto, que ven un gobierno con bajo poder real de daño y de dudosa continuidad más allá de octubre.
El algún punto, por el mismo optimismo que hace que el mercado no se destruya pese a las malas noticias que traen a diario los números de la economía, la justicia impulsa decididamente las causas contra funcionarios del gobierno sin temor a sufrir consecuencias.
Creo que los festejos apresurados llaman a las decepciones, que el optimismo sin causa en la economía provoca pérdidas y en la política lleva realizar alianzas que restan, a decir tonterías que dañan y a dejarse arrastrar a la pelea planteada por los actores que se van.
El tema es que sepamos que esta pasando. Parece que hay un gobierno que quiere seguir, que eligió aturdir respecto del presente y asustar frente a las alternativas de cambios a futuro, que la estrategia oficial le viene bien a ciertos candidatos que tienen poco y nada que decir, al tiempo que dificulta percibir los mensajes de quienes sí tienen algo bueno para ofrecer y centrar la discusión en los temas relevantes.
Sepamos, entonces, ver con calma y distancia el espectáculo, distinguiendo que papel representa cada uno. En las campañas electorales el tiempo desafía a la prudencia y el espacio al tiempo. Todo se dirige fatalmente a ese embudo que es la ranura de la urna, allí es donde algo termina y algo comienza, dónde algunos se van y otros vienen.
Es tiempo de escuchar los hechos, de interpretar los gestos, de bajar el volumen del televisor, de pensar con fundamentos evitando el encantamiento de las palabras y de las promesas sin sustento. Es tiempo de diferenciar quienes tapan sus limitaciones regando furias y aprovechando errores ajenos, de aquellos otros que dicen algo concreto, que en definitiva pueden protagonizar un futuro desde el proponer que hay que hacer y cómo lograrlo.
Quizás sea la tarea de cada uno, como votante o como candidato, separar la paja del trigo, superar el pasado, avanzar, y hacer y decidir lo mejor para nuestro futuro.