“La jerarquía es buena para repetir el pasado, pero mala para inventar el futuro”, decía Gary Hamel. Y muchas empresas parecen haber tomado nota. ¿Puede una empresa funcionar —e incluso prosperar— sin jefes? Cada vez más organizaciones en el mundo están demostrando que sí. La autogestión ya no es una utopía ni una rareza: es una
“La jerarquía es buena para repetir el pasado, pero mala para inventar el futuro”, decía Gary Hamel. Y muchas empresas parecen haber tomado nota.
¿Puede una empresa funcionar —e incluso prosperar— sin jefes? Cada vez más organizaciones en el mundo están demostrando que sí. La autogestión ya no es una utopía ni una rareza: es una tendencia que desafía los modelos tradicionales de liderazgo y jerarquía, al tiempo que propone nuevas formas de crear valor, motivar al talento y adaptarse con agilidad a los cambios.
De la jerarquía al círculo
En lugar de estructuras piramidales, las empresas autogestionadas operan con modelos horizontales, donde los equipos toman decisiones por consenso, los roles se asignan según habilidades y no cargos, y la información circula de forma abierta. La lógica ya no es “ascender”, sino asumir mayor responsabilidad colectiva.
Uno de los modelos más conocidos es el de la Holacracia, sistema que adopta una organización en círculos interdependientes, con funciones rotativas y decisiones distribuidas. Empresas como Zappos (subsidiaria de Amazon) lo adoptaron con fuerza, buscando fomentar la innovación desde la base.
Casos concretos
- Haier (China): el gigante de electrodomésticos descentralizó su estructura en más de 4.000 microempresas internas, donde cada equipo tiene autonomía para operar como un negocio independiente. El resultado fue un aumento significativo de productividad y velocidad de innovación.
- Buurtzorg (Países Bajos): esta empresa de atención domiciliaria eliminó cargos directivos y dejó que los equipos de enfermeros se autogestionaran. Resultado: mayor satisfacción de pacientes y empleados, y menores costos operativos.
- Morning Star (EE.UU.): procesadora de tomates que funciona sin jefes desde su creación. Cada colaborador define su propio rol y compromisos, en acuerdos firmados con colegas, sin intervención de un superior.
- Viña Concha y Toro (Chile): si bien no es completamente autogestionada, ha implementado células ágiles en áreas clave, con equipos interdisciplinarios que operan de forma autónoma, lo que aceleró su transformación digital.

Morning Star
¿Por qué ahora?
La crisis de liderazgo tradicional, los cambios generacionales y la necesidad de agilidad organizacional están impulsando este cambio. En un entorno donde el trabajo remoto, la inteligencia artificial y la búsqueda de propósito ganan terreno, los esquemas rígidos pierden efectividad.
Además, estudios como los de McKinsey y Deloitte muestran que los equipos autogestionados suelen tener mayor compromiso, tomar decisiones más rápido y adaptarse mejor a contextos de alta volatilidad.
No todo es color de rosa
Por supuesto, la autogestión no es para cualquier organización ni puede aplicarse de forma improvisada. Requiere cultura de transparencia, procesos claros, madurez emocional y entrenamiento en habilidades colaborativas. Muchas empresas han fallado al intentar “horizontalizarse” sin cambiar las bases culturales.
En América Latina, si bien la adopción aún es incipiente, se observan avances: startups tecnológicas, cooperativas modernas y pymes con espíritu innovador comienzan a explorar este camino. Y en contextos de alta inestabilidad, el modelo puede ser una vía para fomentar resiliencia, compromiso y velocidad sin aumentar costos estructurales.
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