El gas licuado ha sido durante mucho años una de las fuentes energéticas más accesibles para muchos países, no sólo para mantener funcionando centrales productoras de energía para suministrar a sus industrias, sino también para calentar los hogares o encender las cocinas de millones de ciudadanos, tan accesible por precio y relativa facilidad de transporte que en la Unión Europea, que pretende ser vanguardia en cuanto a la lucha contra el cambio climático y por lo tanto ha renunciado a explotar sus propias reservas de materias primas susceptibles de ser utilizadas para producir energía para comprar gas a Rusia y Argelia principalmente, se utiliza en cantidades ingentes, aunque ahora renunciar a la soberanía energética haya demostrado ser una estrategia enormemente arriesgada, especialmente para la industria de la locomotora económica de Europa, Alemania.
Y es que el precio de las materias primas es extremadamente sensible a cualquier acontecimiento (en realidad todas las cotizaciones lo son, el dinero es temeroso), por lo que una pandemia y una guerra convencional entre Estados (es cierto que en el mundo se están sufriendo cientos de conflictos armados, pero este último es especialmente llamativo al enfrentar a dos actores Estatales y producirse en plena Europa en siglo XXI) son elementos suficientes para elevar el precio del gas a niveles preocupantes (para los importadores, no para los exportadores, claro), quizás suficiente para que muchos países se replanteen su modelo energético.
Predicciones del precio del gas
Los Estados, las compañías e incluso los ciudadanos se ven obligados, en la medida de lo posible y con la información disponible, a preparar planes de contingencia para lo que está por venir, lo cual se aplica sobre todo en la esfera de lo económico, ya sea para hacer una previsión de gastos e ingresos, en la búsqueda de inversiones rentables a corto, medio o largo plazo e incluso en el trading de materias primas, actividad que utiliza el apalancamiento para operar con menos dinero a cambio de aumentar los riesgos, y todo análisis que aspire a ser medianamente fiable debe incluir una previsión de la evolución de los precios de la energía, lo que irremediablemente obliga a analizar la evolución del precio del petróleo y por supuesto del gas.
Ya se ha visto que un embargo completo al gas ruso por parte de EEUU y sus aliados europeos es imposible, al menos por parte del Viejo Continente, pero las sanciones dificultan el comercio y encarecen el producto, un producto que por otra parte China siempre necesita en grandes cantidades, lo cual, como ya se demostró a mediados del año 2021 tiende a encarecer el precio de esta materia prima, no en vano el crecimiento económico de China, la India y de los países del sudeste asiático necesita de petróleo y gas para alimentarse. En cualquier caso los precios de los futuros del gas todavía se encuentran a mucha distancia de los máximos alcanzados a finales del 2005, que ya provocaron un crecimiento desmesurado de un artículo tan cotidiano como la garrafa del gas, y que en el 2004, con un precio por meses ligeramente superior al actual, provocaron que en la Argentina se recortasen las exportaciones a Chile y se abogase por un consumo más racional.
Aunque Argentina goza de unos precios del gas envidiables en el contexto de la región y de gran parte del mundo, en parte porque la garrafa se encuentra subsidiada para los hogares más vulnerables mediante el Programa Hogar y en parte porque es un país productor, es difícil que en gran parte de occidente el precio del gas vuelva al menos en el corto espacio de tiempo a los niveles pre pandemia, por lo que las medidas que se barajan para bajar el precio al consumidor final, ya que no parece que el precio vaya a bajar en origen, irían por la parte de aliviar la presión fiscal sobre esta materia prima, que en ciertos países supone un porcentaje enorme del precio final, y quizás implementar planes de protección social para familias vulnerables y subvenciones para industrias estratégicas, algo que se complica si se tiene en cuenta lo tensionadas que se encuentran las haciendas públicas tras dos años de pandemia.