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DECADENCIA & MARKETING

No hemos logrado un mínimo consenso sobre cuál es nuestro pasado. Un pésimo hándicap para enfrentar el futuro que nos condena a repetir errores. La divergencia no nace de los datos, sino de las visiones que abrazamos en el presente.

Carlos Leyba*

No se trata de discrepancias en las interpretaciones, sino sobre los datos lo que es grave. Sin embargo fácilmente dirimible con las estadísticas. Sin ellas navegamos a ciegas por la historia.

Se exponen interpretaciones basadas en convicciones que, por cierto, a todos nos influyen en la lectura del pasado. Pero está el escrutinio de la estadística. Imprescindible en economía.

El aún Presidente de la Nación Mauricio Macri declaraba que “hace 80 años estamos en decadencia”, con algunas interrupciones transitorias, pero en el mismo rumbo pendiente abajo. El decía estar torciendo ese rumbo a la búsqueda de un futuro diferente a lo que pasó en estas últimas ocho décadas. La decadencia tendría, según esa teoría, un punto de partida hacia 1939.

Sin embargo, él mismo y la enorme cantidad de periodistas y  articulistas, que conforman el colectivo intelectual de apoyo al Presidente, hasta hace poco, hablaban de 70 años de decadencia. Ese momento se corresponde con el apogeo (1949) del primer peronismo y su capacidad para sancionar la reforma de la Constitución que permitió la reelección.

Federico Sturzenegger, en su libro “Yo no me quiero ir” (2013, Planeta) dice que “la declinación argentina … que va desde 1975 hasta 1990 … podemos visualizarla de la siguiente manera: si durante esos quince años (1975/90) la Argentina hubiera mantenido la tendencia de crecimiento que llevaba desde 1930 hasta 1974 … nuestro ingreso por persona sería el 73%” del de Australia, valor que tuvimos a principio de siglo” (pag.51)

Sturzenegger, usando datos duros y comparados, refuta de manera contundente aquel argumento del Presidente, cuando dice que en la “época de oro” – principios de siglo XIX – nuestra economía tenía un ingreso por habitante equivalente al 73 por ciento del de Australia; y eso se habría logrado al presente si se hubiera continuado el crecimiento de 1930 hasta 1974.

Australia es el país “rumbo” para el PRO. Y Sturzenegger afirma que si se hubiera mantenido (después de 1975) la tasa de crecimiento que experimentamos desde la Gran Crisis del 30 y hasta 1974, entonces, el ingreso por habitante habría crecido a un ritmo tal que “nuestro ingreso por persona sería del 73% del de Australia”. En términos del discurso PRO esa sería una “meta”.

Como todos sabemos, y es lo que importa para interpretar los datos, en 1930 comenzó la aplicación de una política activa de industrialización que se profundizó desde la década del 40, y se convirtió en el Estado de Bienestar, con sus políticas sociales activas, que tuvo vigencia hasta Octubre de 1974.

Entonces – bajo la presidencia de María E. Martínez de Perón – se produjo la deliberada ruptura de esa estrategia aplicada durante tres décadas. El punto culminante de la ruptura fue el “rodrigazo” (Junio, 1975) diseñado y ejecutado por los fundadores del CEMA (Pedro Pou, entre otros Chicago boy´s).

El CEMA es el grupo de pensamiento neo liberal que ha influido vigorosamente en la política económica que nos ha regido, casi sin excepción, desde 1975 a la fecha. Justamente Sturzenegger ubica en 1975 el comienzo de la decadencia, usando estadísticas comparativas relevantes.

La manera más objetiva de medir el proceso de decadencia, que es lo contrario del proceso de progreso (no hay decadencia sin progreso previo) consiste en comparar las tasas de pobreza de cada período. En 1974 la tasa de pobreza era del 4 por ciento de la población y condenaba, a esas condiciones de vida, a 800 mil personas. De entonces hasta hoy, la población total creció en 25 millones. Del total de la población, hoy, 32 por ciento son pobres. Equivale a 14 millones de personas.

En síntesis, durante los últimos 45 años la mitad del crecimiento de la población fue condenada a la pobreza. Un escándalo.

La decadencia se mide por la intensidad del proceso de exclusión social que se ha producido desde 1975 durante gestiones peronistas, militares, radicales, de la Alianza y de Cambiemos. Exclusión social sin exclusiones partidarias: todos los que gobernaron desde 1975 han logrado expulsar miles de argentinos a las peores condiciones de vida. El número de pobres aumentó y aumenta, vertiginosamente, 14 veces desde 1975, y nada indica que se detenga o que haya estrategias sólidas para detenerlo. ¿Cuáles son las causas?

El Banco Mundial midió el PBI por habitante (dólares constantes de 2010) y estableció que nuestra tasa anual acumulada de crecimiento entre 1960 y 1974 fue de 2,28 por ciento y de sólo 0,7 desde 1975 a 2017. En los últimos 42 años la mínima velocidad de crecimiento puede ser leída como estancamiento en la generación de valor agregado, que genera un crecimiento vertiginoso de la exclusión.

Claramente las tasas de crecimiento de los distintos períodos no abonan la tesis presidencial de 70 u 80 años de decadencia. Los números dicen que son las últimas cuatro décadas, en las que se ha ensayado su doctrina varias veces.

Veamos el proceso inflacionario (Historia de la inflación argentina, CAC, Julio 2018). Desde 1943 hasta 1974 tuvimos 14  presidentes, siete de los cuales bajo Dictadura. El promedio de inflación anual, de esas presidencias, fue de 25,1 por ciento.

Período de intensa convulsión política, golpes de Estado, Guerrilla, asesinato de dirigentes empresarios, políticos y sindicales, a manos de los guerrilleros y el asesinato de José I. Rucci promovido por Montoneros.  En ese período (diciembre,1973) estalla la crisis del petróleo con impacto negativo brutal en nuestra balanza de comercio.

En el año 1975 se inicia el nuevo modelo de desindustrialización, apertura financiera y comercial, y de endeudamiento, que se hace mayúsculo a partir de la Dictadura Genocida. Nace  “la economía para la deuda”. Modelo que, con sus más y sus menos, se proyecta hasta nuestros días.

La inflación promedio anual de todas las presidencias, que fueron once,  desde María Estela M. de Perón hasta Cristina E. Fernández de Kirchner, fue de 146 por ciento anual. Macri promedió  37 por ciento anual (IPCBA).

En síntesis en las presidencias de 1943 hasta 1974 la tasa promedio de inflación fue de 25,1 por ciento anual y de 146 por ciento anual el de las presidencias de 1975 a 2015.

El estancamiento estalla en 1975 y sigue hasta nuestros días, todo Macri incluido; y de ese mismo año parte la inflación incontrolable.

Hubo – en estos 44 años, 1975/2019 – algunos momentos de crecimiento, ciertamente efímeros, y algunos de estabilidad, todos basados en un endeudamiento o pobreza, que la hizo perversa.

Por otra parte, desde 1975 la proporción del Gasto Público (La Ley de Wagner y el Gasto Público en Argentina, JM Bulacio, UNT) sobre el PBI a lo largo de los años (1975 al presente) se ha duplicado.          En promedio de 1960 a 1975 el Gasto Público fue el 20,7 por ciento del PBI. Desde entonces hasta ahora, ocupa más del 40 por ciento del PBI.

Duplicación del Gasto Público sin empresas públicas; ni provisión de servicios públicos; reemplazado, progresivamente, por la salud y educación privadas, con un deterioro extraordinario de la seguridad y de la administración de Justicia. Otro era el panorama del Estado de Bienestar.

Y a pesar de su deserción, el Estado no ha hecho otra cosa que endeudarse para financiar gasto corriente (lo que no ocurría hasta 1974) comprometiendo la estabilidad futura.

Cuando el Presidente, ministros, articulistas, etc., repiten los “70 años de decadencia” simplemente se equivocan. Los últimos 44 años, claramente, son muestra de decadencia. Pero no lo son de ninguna manera los más de 30 previos del Estado de Bienestar.

¿Qué implica este error estadístico y este exceso de interpretación? Implica que no queremos aprender de la historia. El ideologismo negador de la realidad.

Haber abandonado, como hasta ahora y basados en falseamiento de la realidad, la política activa de industrialización, de desarrollo regional, de transformación exportadora y de promoción del empleo, nos ha generado una “economía para la deuda” por incapacidad de producir los dólares que consumimos; un Estado obeso destinado a paliar la falta de empleo productivo (empleados públicos y subsidios al desempleo encubierto). Un Estado que necesita endeudarse para lograr un mínimo de respeto transitorio, a causa de la incapacidad de recaudar por falta de valor agregado en la economía real. Hoy tenemos intervenida (FMI)  la política económica. Decadencia del Estado.

No habrá reversión sin un programa para el progreso económico y social. La historia da lecciones. Pero sólo las da estudiando las estadísticas nacionales y las experiencias históricas extranjeras de éxito.

Para eso, oficialismo y oposición, tienen que dejar de lado la literatura económica de propaganda que ningún país serio aplica; y alejarse de las tentaciones del marketing que permite ganar elecciones a cambio de perder la razón de ser de la política.

*Profesor Titular Consulto (FCE UBA)