Prensa económica

ENTREVISTAS,  MANO A MANO

Mano a mano con el artista Mauro Ketlun

Atreverse a soñar

Un exitoso gerente sintió un vacío en su vida tras más de 25 años de éxito corporativo.

Así comenzó una increíble historia que entrelaza a una chanchita como musa inspiradora, el éxito artístico internacional, y su próxima exposición en el Louvre de París en el mes de Octubre.

“El chancho es el único animal que se empecina en mirar siempre adelante, más allá, hacia el Non Plus Ultra”

Salvador Dalí

Mauro Ketlun desafía muchos preconceptos sobre lo que creemos es un artista. Su ordenado loft-taller, de Palermo Soho, recuerda más a las salas creativas de grandes empresas que a galpones bohemios con lienzos en el suelo. Pero un gruñido grave y estruendoso que surge imprevisto, pronto nos pone sobre alerta: en el “mundo Ketlun” no se debe dar nada por sentado fácilmente. La vida del autor también forma parte de la obra. De improviso el artista aparece con una chanchita miniatura (mini pig) entre sus brazos llamada Clementina. Es difícil creer que aquella sea la autora de semejantes estruendos atemorizantes, pero Ketlun explica que sólo quiere ser parte de las conversaciones. Las chanchitas no son sólo una anécdota en la vida de Mauro. Admite que de la observación de estos animales ha aprendido mucho, y que incluso su inclinación hacia el arte se lo debe en parte a uno de estos ejemplares. “Mi `musa inspiradora´ fue mi primer mini pig, Josefina”, admite Mauro. “Durante la pandemia tuve mucho tiempo para observar y meditar. Estos animalitos tienen algo místico que ha llamado la atención de otras personas sensibles y de artistas. Solo hay que tomarse el tiempo de entenderlos”.

Vida corporativa

El artista explica que fue perdiendo el entusiasmo inicial en su trabajo y comenzaron a pesarle los viajes y el estrés. “Ahí comencé a preparar meticulosamente mi `salto´ hacia el mundo artístico. No largué todo un día y me fui” explica, dejando ver esa dualidad que convive en él: la rigurosidad y el planeamiento junto al “arte impredecible” como gusta llamar a su obra. “No sé si hubiera sido artista de Bellas Artes y de la cultura con `C´ mayúscula. Lo cierto es que la vida te ordena, y a los 21 años tuve a Joaquin, mi hijo que mejoró mi vida para siempre”. Actualmente Joaquín es arquero profesional en Islandia. “Es un trotamundos, pero también Licenciado en Administración de empresas, con diploma de honor” agrega orgulloso el padre. Este punto de inflexión, la Paternidad, es también uno de los tantos temas “totémicos” en sus esculturas. Así fue como la urgencia lo llevó a estudiar Comunicación Social, un MBA y a buscar trabajo. El primero en Movicom, en plena etapa de expansión masiva. “Empecé desde el call center. Era un mundo nuevo y me deslumbraba que todo estuviera medido en eficiencia y eficacia. ¡Todo era tan justo y novedoso!. Ascensos por mérito real, así como premios y bonus”, explica con auténtica pasión. “El mundo de la eficiencia medida en métricas me fascinó y creo que mucho de eso lo trasladé a mi forma de trabajar”, explica.

A los 22 años ya tenía su propio grupo a cargo. Luego crearía muchos más. En total trabajó 9 años en Movicom, 10 en Visa, 3 en Clarín, y 2 en MetLife. “Pasé de dirigir 2.000 personas que perfeccionan tus ideas y te hacen fácil la vida ocupándose de cada detalle, a tener que lidiar solo con el mundo real, el día a día, las personas que fallan, las cuentas impagas, los sobreprecios…sos el hombre-orquesta, pero por lo menos de tu propia vida”, asegura. “Lo que aprendí desde el call center fue a buscar siempre el `dato´ afuera, con eficiencia interna, en los grupos. Ese conocimiento aún lo uso”.

Soltar amarras

Lo venía haciendo muchos años antes, pero en 2017 decidió que la recuperación y puesta en valor “artístico” de casas antiguas dejaría de ser algo más que un hobby. Así, con una buena red de clientes, se volcó de lleno y a tiempo completo, a esa actividad.

Ya con más tiempo, agregó los autos viejos a su actividad restauradora, y junto a un amigo mecánico, pudo dar rienda suelta a su creatividad, siempre buscando realzar el espíritu original, escondido en el óxido de los hierros, su marca registrada.

Pandemia y revelación

“No me iba nada mal, sobre todo con la gran demanda que tenía de casonas `recicladas´. Incluso estaba trabajando fuerte con recuperación de antigüedades”

Pero la pandemia frenó todo. No más casas, ni autos, apenas el negocio de antigüedades “vía delivery” quedó de toda la “Factoría Ketlun”. Eso y Josefina, que lo acompañaba en cada corto paseo, que se le permitía sólo a quiénes tuvieran mascota. Así, el artista y Josefina se volvieron parte del paisaje del barrio palermitano.

Por esa misma época, Ketlun visitó a un colega que vendía un lote entero de antigüedades. Pero no fue una reliquia lo que llamó su atención, sino unos Gallos de hierro que el hombre hacía y vendía en San Telmo. Recordando a su chanchita le preguntó si podría inmortalizar un cerdito, pero recibió una respuesta tan contundente como surrealista: “Hago gallos, no chanchos”.

Al volver a su casa reflexionó sobre el tiempo libre que le brindaba el confinamiento y tuvo su “momento Eureka”: él debía inmortalizar a Josefina con su propia escultura. Así inició un ciclo de artista-musa.

Y Josefina correspondería a su artista… cambiando su vida. En una de las habituales salidas y persiguiendo a un perro, entró en una galería de arte. La dueña se encariñó con el porcino y al saber que tenía esculturas, le recomendó que las exhibiera en su local. Cuando Ketlun volvió a los días para saber la repercusión de sus `chanchitas´ya no estaban expuestas, se habían vendido todas. Por eso, la galerista le dio un enorme consejo: su obra no era de galería, debía exponerse masivamente en las redes, y al exterior.

Éxito internacional

“Yo no era del mundo de las redes sociales, pero en ese momento todo pasaba por allí. Tuve que aprender y deconstruirme para meterme en ese mundo. Sólo sabía dónde poner una cámara y hablar en público, pero nunca había hecho `marketing propio´, por lo que tuve que soltar muchos prejuicios que nos inculcaron a la gente de nuestra edad”. Tras entender esta lógica, con un aprendizaje meticuloso y perfeccionista, Mauro y Josefina pasaron a ser conocidos en las redes, y las demás obras del artista fueron expuestas con originalidad y buen humor.

El éxito fue increíble, y los pedidos comenzaron a llegar de todo el Mundo. “Este ha sido el `año mágico´, al punto que en Octubre me han invitado a exponer el Museo del Louvre en París”.
Sobre Josefina, aclara que pasó a la inmortalidad a principios de 2022, pero Clementina se encarga de llenar con creces ese espacio.

Hoy Mauro trabaja con la misma meticulosidad de siempre: hace listas diarias de trabajo, forma eclécticos grupos de co working, y busca el “dato” afuera, ahora en los deshechos que deja la sociedad industrial (o lo que va quedando de esa Era) creando, junto a Clementina, un universo que se expande, siempre mirando adelante.