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ECONOMÍA,  FINANZAS

Deuda, la eterna losa argentina

Con una deuda al FMI que, entre capital y la suma de intereses asciende a cerca de 45.000 millones de dólares a repartir entre los años 2022, 2023 y 2024, y con unas reservas de dólares y divisas fuertes del Banco Central de la República Argentina que se encuentran tiritando, la deuda externa de la Argentina se presenta como uno de los principales retos a afrontar por el gobierno de la coalición del Frente de Todos en este momento y puede que en un futuro por un hipotético gobierno de Juntos por el Cambio, ya que quitarse de encima una espada de Damocles que los argentinos mismos nos hemos impuesto es condición indispensable para volver a crecer. 

Y es que la Argentina es un caso curioso si se habla de deuda pública, dado que a pesar de ser un país en vías de desarrollo cuenta con el típico porcentaje de deuda de un país rico envejecido europeo en los cuales el pago de pensiones y el sistema de bienestar social devoran la parte del león de los presupuestos, como ocurre por ejemplo en España, país donde la media de edad es cercana a los 45 años -con los costes sanitarios que se asocian a la edad-, y donde se pagan al mes casi diez millones de pensiones por un valor medio de 1.036 euros -unos 1.170 dólares al cambio actual-, y su deuda ha pasado del 39 por ciento en el 2008 al 122 por ciento de la actualidad.  

Sin embargo Argentina aún está lejos de tener esos gastos fijos, al fin y al cabo la media de edad es de poco más de 30 años, la pirámide poblacional todavía tiene forma de pirámide corriente y no de la típica pirámide invertida que presentan los países más desarrollados, el número de pensionistas es menor -poco más de 6 millones- y la pensión es más baja que en el caso de España, así que el hecho de que la deuda pública argentina en el 2020 se sitúe en más del cien por cien es una noticia como mínimo preocupante, sobre todo teniendo en cuenta que los retos que afrontan Europa, Japón o EEUU terminarán por ser afrontados también en Argentina. 

La pandemia ha tenido su parte de culpa 

Por supuesto no todos los indicadores han empeorado por culpa de la deuda que Argentina mantiene con el FMI y otros actores, ya que la pandemia y sus consecuencias han afectado negativamente a las arcas públicas en varios factores, entre ellos el gran gasto extra que ha sido necesario para atender el stress extremo al que se ha visto sometido el sistema sanitario y los subsidios para los desempleados, y por supuesto el hecho de que al caer el PIB el porcentaje de deuda aumenta automáticamente, dado que si se debe 1 y el PIB es de 2 el porcentaje de deuda es del 50 por ciento, pero si el PIB cae a 1 -por efecto del confinamiento, por ejemplo-, la deuda que antes era del 50 por ciento pasa a ser del cien por cien. 

Ahora que una nueva variante se expande -afortunadamente una variante más débil según parece-, vuelven los miedos de que haya que volver a tomar medidas tan drásticas como las del 2020, lo cual supondría todo un jarro de agua fría para la tibia recuperación que se está experimentando, aunque afortunadamente algunas fuentes apuntan a que la debilidad de omicrón puede ser un síntoma de que la pandemia estaría dando los últimos coletazos, lo cual supondría que el mundo ya tendría las manos libres para afrontar de lleno la crisis financiera que va a seguir a la crisis sanitaria. 

A pesar de lo negativo de la situación económica general, actividades como las de la inversión no se paralizan totalmente, al menos no en todas las formas de operar, ya que si por ejemplo se decide arriesgar dinero realizando trading de forex con CFDs con un bróker como Plus500 un trader puede colocarse en corto o en largo indistintamente si logra leer la tendencia, aunque con la debida precaución, ya que invertir en un mercado en picado tiene sustanciales diferencias y riesgos distintos de invertir en uno que suba, siendo en cualquier caso el apalancamiento otro factor de riesgo a tener en cuenta, y si se opera en bolsa con un índice bursátil pueden aprovecharse las caídas para comprar, es importante recordar que se invierta como se invierta nada garantiza la seguridad total del capital, y menos en estos tiempos de incertidumbre.